Este texto que citamos a continuación esta sacado del blog independencia y autogestión canarias y es obra de Félix Rodrigo Mora. Nuestra concepción y lucha política del movimiento nacional anarquista concuerda en esta visión del anarquismo denominado anarcoindependentismo, pero vamos más allá de ésta vision anarquista y reconocemos el derecho de toda etnia a preservar su cultura, tradición y visión del mundo no cayendo en supremacismos ni odios entre distintas etnias.
Los importantes cambios que se vienen produciendo en los últimos
tiempos respecto del tratamiento político-estratégico dado a la llamada
cuestión nacional, hace necesario que se definan al menos esquemáticamente los
elementos claves para un tratamiento correcto de esta importante cuestión:
Primero.-
Desde que en el siglo XIV comenzara el desarrollo e implementación del estado
moderno, éste va construyendo los fundamentos políticos e ideológicos que le
van a dar consistencia y proyección futura. A la par que se favorece el
desenvolvimiento de la estructura del poder centralizado a través del ejército
permanente, la fiscalidad común, el conjunto de normas jurídicas de aplicación
general y las relaciones de producción capitalistas, se avanza decisivamente en
la construcción de una ideología sobre la que sustentar el aparato organizado
para la coerción social, allí donde puede implantarlo, la ideología nacionalista.
Ésta se presenta históricamente desde sus inicios como un fenómeno
esencialmente europeo, luego convertida en categoría a imponer a sangre y fuego
al resto del mundo.
Segundo.-
Este proceso culmina en el inicio de la modernidad, esencialmente con el triunfo
de las revoluciones liberales: inglesa, americana, y sobre todo la francesa de
1789, con la concreción del ideario de «soberanía nacional», «identificado»
como soberanía popular, que se asocia a una nueva categoría de persona: el
ciudadano, «dotado» de una relación de «derechos» y «deberes», que se
identifican con los intereses generales del Estado. Este proceso de
manipulación ideológica de alto nivel, dentro de la llamada «revolución
liberal» ha sido impuesto además por la violencia más extrema a una sociedad
mayoritariamente agraria y popular, o a la parte de ella que se resistiera.
Este «triunfo» de la revolución liberal ha significando la mayor de las
derrotas de los pueblos, primero los europeos y luego, del resto del mundo.
Pero no solamente eso, además ha supuesto el obstáculo principal para el
desarrollo de la auténtica democracia y de la cultura e identidades de los
diferentes pueblos. Por tanto, ha significado a la par que un genocidio
cultural e identitario, la imposición de un sistema de poder oligárquico con
fundamento en la dictadura parlamentaria y una destrucción de la esencia
concreta humana mediante las diferentes formas de esclavización de los seres
humanos en el sistema productivo (trabajo asalariado, esclavitud residual,
etc.).
Tercero.- Los
estados-nación nucleares se constituyen en Europa hasta el siglo XIX, luego de
una pugna continua entre las monarquías absolutas, que en guerras permanentes
de mutua agresión de rapiña en sus respectivos territorios, van configurando
las condiciones materiales de su implantación definitiva. Siendo la dinámica de
la expansión una tendencia inherente a los estados fue inevitable que al tiempo
se desarrollara en el mundo el proceso de implantación del modelo
estado-nación, a través del colonialismo europeo en los siglos XVIII y XIX, y
desde los inicios del siglo XX mediante el neocolonialismo que inaugura la
potencia emergente EEUU.
A
partir de ese momento comienza un proceso complejo que abarca dos fases: Una es
la guerra continua entre estados colonialistas-imperialistas por hacerse con la
mayor cuota de poder mundial, que se concreta en determinados momentos
culminantes, como la Ia y la IIa Guerras Mundiales, la Guerra Fría y permanece
en constante desarrollo, hasta el momento presente, con la perspectiva de la
pugna EEUU-UE con China-Rusia. Dos, la promoción del llamado «ejercicio del
derecho de las naciones a su autodeterminación» como efecto de recomposición
del sistema mundial de poder que implicaba la imposición del Estado moderno y
capitalista. Esta fue la política inicial de recomposición de los antiguos
imperios centro-europeos, luego impulsada en el ámbito mundial en función del
desarrollo del imperialismo. «Derecho» que se implanta en el mundo a partir de
las catastróficas consecuencias de la Ia Guerra Mundial con la Sociedad de
Naciones en 1919, y luego, la Declaración de la ONU, que concreta la
Conferencia de San Francisco de California en 1945, acordada por el bloque
imperialista vencedor de la IIa Guerra Mundial.
Cuarto.- La
consigna del derecho de las naciones a la autodeterminación se encuentra
recogida en la Carta de las Naciones Unidas y en numerosas resoluciones de la
Asamblea General de la ONU, es por tanto el derecho impuesto a los pueblos
oprimidos del mundo por el imperialismo internacional confabulado contra el
verdadero derecho: la libre determinación de los pueblos. Desde el momento en
que tal «derecho» es asociado a la categoría de «nación», y ésta
inevitablemente lo es al Estado, tal consigna se convierte en una trampa, en la
que se esconde justamente la estrategia de expansión del modelo de organización
social estatal en todo el planeta, se conquiste el derecho de autodeterminación
o no.
La
posición defendida por el marxismo no es correcta, es esencialmente idéntica al
derecho estatista-burgués-nacionalista e imperialista que concreta tal derecho
en la constitución de un estado-nación. La realidad es que a los pueblos de
todo el mundo se les ha impuesto un modelo de liberación fraguado en los hornos
de la visión eurocentrista del mundo, el correspondiente a la soberanía
nacional, que en realidad es el poder del estado actuando sobre una población,
organizada en el ámbito cerrado de unas fronteras custodiadas por una fuerza
militar para la defensa del enemigo externo y del interno (el pueblo en sus
pretensiones de rebelión). La frontera constituye el límite del equilibrio de
fuerzas entre las posibilidades de expansión del propio estado y las ambiciones
del estado vecino.
Quinto.- La
consigna de el derecho de las naciones a la autodeterminación ha sido utilizada
históricamente como «excusa» por parte del imperialismo para intervenir en la
guerra imperialista de disputa de zonas de influencia entre potencias
imperialistas rivales, no para alcanzar algún tipo de liberación «nacional».
Esta cuestión es particularmente aplicada desde la IIa Guerra Mundial hasta hoy
mismo en África, Asia y Latinoamérica.
Esta
consigna, defendida por el marxismo, el izquierdismo y el nacionalismo
pequeño-burgués en Europa en los últimos 50 años, ante la persistencia de
pueblos oprimidos por los Estados-«nación» europeos actuales, como España,
Francia, Inglaterra, ha conducido a una derrota histórica del verdadero derecho
a la libre determinación de sus respectivos pueblos, puesto que ha situado,
indudablemente, a este movimiento a la cola de las políticas estatistas de
recambio en una época de crisis profunda de los sistemas políticos de poder en
toda Europa. En última instancia, no aporta nada más allá de lo que pueda
plantear el Estado, puesto que su estrategia final es la construcción,
precisamente, de un Estado, y éste será inevitablemente un aparato de poder
gestionado por las élites del poder conjuntamente con el capitalismo.
Sexto.- La
expansión e internacionalización del Estado, llamado eufemísticamente
«globalización», supone una crisis del estado-nación, pero no en un sentido de
su pérdida de función histórica, sino de crecimiento, con la determinación de
bloques de poder, estratégicos y tácticos. La defensa del modelo de estados-nación,
realizada a la par por el liberalismo y el marxismo, es esencialmente errónea
desde la perspectiva del pueblo; pero hoy es además una postura anacrónica,
cuando justamente se encuentra en una crisis de sostenibilidad como política
del estado-global imperialista y multinacional se constituye como una defensa
reaccionaria de los sectores de clase identificados con una «supuesta»
burguesía nacional de los pueblos oprimidos. Esta política es hoy impulsada por sectores
de la burguesía estatista-nacionalista localizada en los territorios donde hay
pueblos oprimidos por el estado-nación principal, con el único propósito de
extraer determinadas cuotas de poder en el marco de una «negociación», de la
cual el estado también saca importantes beneficios políticos, como la
utilización del clima de «expectativa política» que se genera con esta
reivindicaciones, lo que constituye un apreciable “capital político»” en un
previsible proceso de reestructuración de las formas organizativas del
territorio del estado, a utilizar como maniobra política en aquellos momentos
de crisis profunda de credibilidad del estado, como la actual.
Consecuentemente,
la autodeterminación de las naciones oprimidas no podrá ser una consigna
revolucionaria jamás. Solamente puede determinarse como revolucionaria, y por
tanto, de liberación de los pueblos oprimidos, aquella política que sitúe el
centro de su posición en la defensa del ejercicio de la democracia popular, en
la cual son las comunidades quienes ejercen directamente la democracia, debaten
y toman todas las decisiones de la vida política de la comunidad.
Séptimo.- El
concepto de «nación» es una categoría jurídico-política implementada por el
estado para dar consistencia ideológica al marco territorial del poder,
conjuntamente para el desenvolvimiento del capitalismo. El concepto de «pueblo»
no puede ser asimilado al de «nación», el de pueblo es histórico y real. El
pueblo está constituido por comunidades humanas estables, con cierta movilidad
interior y exterior, variable según cada momento y circunstancia histórica,
pero intrínsecamente estable, caracterizado por la concurrencia de factores
culturales propios, adquiridos durante cientos e incluso miles de años, entre
los que tienen especial relevancia la lengua, determinada forma de ser, las
formas culturales de la convivencia que se reflejan en el folclore, la gastronomía,
determinadas expresiones artísticas, practicas productivas, etc., y todo ello
identificado en un territorio concreto. Por consiguiente, el pueblo es un
concepto que define una realidad, y está determinado por lo común que le es
propio. Y se diferencia de otro pueblo porque este otro se identifica por un
«común» que es, por su propia naturaleza existencial, diferente.
Octavo.- Por
lo tanto, la libre determinación de los pueblos oprimidos por los
estados-nación, o estados-multinación, debe entenderse y concretarse en el
proceso de la revolución integral, social-popular, por la cual se sustituye el
vigente sistema de poder estatal capitalista por un orden democrático, que por
su propia esencia, respetará las identidades de los distintos pueblos, y de las
comunidades que los integran. La forma de relación entre los diferentes pueblos
entre sí será igualitaria, alcanzándose entre éstos aquellos acuerdos de
convivencia, cooperación y colaboración que estimen oportuno para el beneficio
de sus respectivas comunidades, y que podrán revestir aquellas formas
confederadas que superen las actuales fronteras políticas entre estados-nación.
Las diferencias religiosas, étnicas, civiles podrán constituir elementos
respetables y de orgullo popular sin que por ello se genere el odio entre las
diversas comunidades, puesto que la democracia omnisoberana implicará la más
completa libertad civil y de expresión. Las comunidades «sin historia»,
artificiosamente surgidas por la expansión estatal-capitalista- imperialista deberán
tomar como base de sus relaciones de identidad los elementos culturales comunes
que les van definiendo, con respecto escrupuloso de la libertad de conciencia y
de los derechos civiles.
Noveno.- La
libre determinación de los pueblos oprimidos por los estados-nación, o
estados-multinación global-imperialistas, no podrá alcanzarse de la mano de las
instituciones de poder de los estados o apadrinados por éstos. Ni de
hipotéticos procesos «neutrales» estatistas de liberación nacional propugnados
por la izquierda o el nacionalismo burgués o pequeño-burgués. La libre
determinación de los pueblos oprimidos será parte del proceso de la revolución
integral, o no lo será. Esta justa reivindicación forma parte del programa
estratégico de la revolución integral y ha de plantearse de forma conjunta e
integrada en el conjunto de transformaciones revolucionarias a efectuar. No es
posible plantearla como «cuestión» previa, ni marginal, al contrario, debe
formar parte del conjunto de tareas transformadoras esenciales a acometer:
parte de la revolución política, pero también parte sustancial de la revolución
en la conciencia, de la construcción política de un sujeto capaz de sostener
una sociedad convivencial, igualitaria, defensora de los valores propios de una
moral de esfuerzo y servicio desinteresados orientado hacia el bien común, con
respeto de las culturas, con libertad de conciencia, libertad política y civil
para todos y todas, pero también con la eliminación del trabajo asalariado y
servil de cualquier forma, con la incorporación -en condiciones de igualdad- de
la mujer a las tareas centrales de la sociedad, y sin discriminación alguna de
nadie en razón a la raza, sexo o cualquier otra orientación personal o social
que deberá quedar en el ámbito estricto del conjunto de libertades políticas y
civiles. Gracias a Jaime (NAM Catalunya) por esta colaboración.
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